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Este artículo ha sido escrito por la doctora Patricia Abajo, dermatóloga y miembro de Top Doctors.
Limitar las exposiciones a la radiación ultravioleta es fundamental para la prevención de la enfermedad
El cáncer de piel es una patología que aumenta en frecuencia cada año y que cada vez aparece a edades más tempranas. De forma general, se clasifica en dos grupos: melanoma y cáncer de piel no melanoma.
El grupo más importante por su prevalencia es el cáncer de piel no melanoma y, dentro de este grupo, el carcinoma basocelular y el carcinoma epidermoide.
El carcinoma basocelular es el cáncer más frecuente del ser humano que, además, tiene una incidencia creciente en poblaciones más jóvenes.
Deriva de las células basales de la epidermis, es de crecimiento lento y es destructivo localmente, es decir, las metástasis son excepcionales, solo invade localmente y puede comprometer ciertas funciones y la estética.
En la mayoría de los casos, el tratamiento es quirúrgico y se puede optar en lesiones muy superficiales por un tratamiento más conservador.
El pronóstico es muy bueno, pero casi la mitad de los pacientes que presentan un carcinoma basocelular desarrollarán alguno más en los siguientes diez años.
Los principales factores implicados en su aparición son la predisposición genética, la presencia de ciertas lesiones cutáneas, la radiación ultravioleta, la radiación X, los traumatismos o cicatrices, los agentes químicos (arsénico, mostazas nitrogenadas, clorofenos, hidrocarburos aromáticos) y las inmunodeficiencias.
El carcinoma epidermoide es un tumor maligno más frecuente en zonas expuestas al sol de hombres mayores con signos de fotoenvejecimiento.
Deriva de los queratinocitos, puede aparecer en la piel y en mucosas y suele desarrollarse sobre lesiones previas premalignas.
Son verdaderos carcinomas invasores que pueden producir metástasis a distancia y, por lo tanto, deben de tratarse con prontitud y de forma más agresiva siendo de elección la cirugía.
El carcinoma epidermoide puede tener diversos agentes etiológicos, como son las alteraciones genéticas, la radiación solar, las radiaciones X, las sustancias químicas, la infección por virus del papiloma humano, los inmunodeprimidos y los procesos cutáneos inflamatorios y degenerativos crónicos.
El melanoma tiene una incidencia mundial creciente, es responsable del 80 % de las muertes por cáncer de piel en el mundo y es más frecuente en personas de piel blanca y con tendencia a las quemaduras.
Este tumor maligno deriva de los melanocitos y, para su reconocimiento, se usa la regla del ABCDE: A asimetría, B bordes irregulares, C variación en el color, D diámetro >6mm y E evolución corta.
Es importante que los pacientes vigilen de manera periódica sus lunares para ver si han sufrido cambios de tamaño, cambios en la coloración de forma irregular o sangrado y también para valorar lesiones de reciente aparición.
El tratamiento de elección es la cirugía con amplios márgenes y en casos avanzados quimioterapia, radioterapia y estudio de los ganglios de la zona.
El principal factor pronóstico es el estadio de la enfermedad, lo que hace que sea fundamental realizar un diagnóstico precoz que conseguimos en parte con las campañas de prevención del melanoma.
Los factores de riesgo más importantes para el melanoma cutáneo son los ambientales y los genéticos y estos son los más importantes:
- Exposición a radiación ultravioleta. Quemaduras de sol con ampollas en cualquier momento de la vida y altos niveles de exposición esporádica o intermitente. Exposición crónica excesiva al sol.
- Piel clara, incapacidad para broncearse, tendencia a la quemadura solar o a las pecas. Ojos azules o verdes. Cabello pelirrojo o rubio. Múltiples lunares o más de uno atípico.
- Lunar grande de nacimiento.
- Antecedentes familiares y personales de melanoma.
- Latitud ecuatorial.
- Alto nivel socioeconómico.
- Mutaciones (p16, BRAF o MC1R).
- Xeroderma pigmentosa. Enfermedad genética con un riesgo hasta mil veces mayor de desarrollar cáncer de piel, incluido el melanoma.
- Inmunosupresión (trasplantados, SIDA).
¿Cómo podemos prevenir el cáncer de piel?
Existen algunos buenos hábitos que pueden ser de gran ayuda a la hora de prevenir el cáncer de piel, entre los que se pueden destacar los siguientes:
- Limitar la exposición a la radiación ultravioleta, prevenir la quemadura solar (fundamentalmente en la niñez y la adolescencia), evitar las exposiciones a las horas centrales del día, usar del modo correcto las cremas fotoprotectoras y emplear sombreros de ala ancha, indumentaria protectora y gafas de sol, así como sombrillas y fotoprotectores orales.
- Prohibición del comercio de sustancias que deterioren la capa de ozono.
- Disminución de impuestos a los productos de protección solar.
- Regulación del trabajo profesional al aire libre o creación de áreas de sombra.
- Campañas de prevención.
- Políticas de protección solar en escuelas.
- Revisiones dermatológicas periódicas.
- Detección de pacientes de riesgo.
- Autoexploración.
- Formación de profesionales sanitarios.
Ten en cuenta los consejos que acabamos de describir si quieres prevenir el cáncer de piel y gozar de una buena salud durante muchos años.
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