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El exceso de jabón y agua, los geles hidroalcohólicos, la falta de vitamina D o el estrés son algunos de los principales factores que pueden dañar tanto la piel del rostro como las manos durante el confinamiento.
Además, el aislamiento puede provocar incertidumbre, preocupaciones y pueden salir a la luz múltiples miedos que acaban aumentando el estrés.
En consecuencia, la piel pierde luminosidad, lo que potencia tanto las ojeras como las bolsas de los ojos e, incluso, imperfecciones como granos y espinillas.
Este resultado se debe a que el estrés hace que el cuerpo produzca hormonas como el cortisol, que indican a las glándulas de la piel que produzcan más grasa.
Por consiguiente, la piel grasa es más propensa a sufrir acné y otros problemas durante las épocas de más estrés.
Además, el cortisol junto con el aumento de la adrenalina puede reducir la producción de colágeno, lo que favorece la flacidez de la piel.
Asimismo, el estrés provoca una respuesta química en el cuerpo que hace que la epidermis sea más sensible y reactiva. Del mismo modo, puede dificultar la curación, la cicatrización y la regeneración de la piel.
Otro de los efectos negativos del estrés sobre la piel es que empeora los problemas ya existentes.
Por ejemplo, el estrés puede agravar la psoriasis, la rosácea y el eccema. También puede causar urticaria, otros tipos de erupciones cutáneas y desencadenar un brote de ampollas febriles.
En muchas ocasiones, se interrumpe o disminuye el cuidado sobre esa zona, lo que puede agravar el problema.
En este aspecto, es importante mantener la epidermis hidratada, por lo que reducir o eliminar los nutrientes puede llevar a resultados completamente opuestos.
Además del estrés, pasar demasiado tiempo en casa sin realizar ningún ejercicio debido al confinamiento también puede provocar la sequedad y la descamación de la piel, otra de las consecuencias del confinamiento.
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La luz azul de los dispositivos y la piel
Gran parte del tiempo libre durante el confinamiento proviene de una pantalla: videollamadas, series o libros electrónicos.
Sin embargo, el hecho de estar tan expuestos a la radiación solar no evita que la piel esté expuesta a otro tipo de radiación que la dañe. Esta radiación es la luz azul que es emitida por las pantallas.
La luz azul se puede definir como una clase de radiación que también es emitida por el sol y, al igual que la radiación solar, genera estrés oxidativo en las células de la piel, lo que produce radicales libres que aceleran el envejecimiento.
Además, puede causar la aparición de manchas en la piel. Esto se debe a que los melanocitos tienen un tipo de receptor llamado opsina que detecta este tipo de radiación.
En concreto, la opsina tipo 3 regula la formación de melanina y la pigmentación en los melanocitos, de modo que cuando se activa favorece la formación de manchas.
Para reducir los efectos de la radiación azul y del estrés oxidativo en la piel, se recomienda usar productos con ingredientes antioxidantes que disminuyan la formación de radicales libres.
El aceite de sésamo, el aceite de granada, el aceite de aguacate, la caléndula o la manteca de karité son algunos de los ingredientes ricos en antioxidantes que pueden ayudar a recuperar el bienestar de la piel.
La contaminación no solo está presente en la ciudad
Dentro de casa podemos encontrar elementos que contaminan el aire y que, en caso de concentración excesiva, pueden dañar nuestra salud.
Este tipo de compuestos se denominan compuestos volátiles y provienen de la combustión como el tabaco, el humo de la chimenea, cocina y el uso de ciertos productos de limpieza.
La piel nos protege contra estos compuestos químicos, sin embargo, la exposición prolongada y repetitiva de altos niveles produce efectos negativos sobre ella.
Al igual que la radiación solar y la luz azul, la contaminación induce a estrés oxidativo y, por lo tanto, promueve el envejecimiento.
Además, la contaminación favorece la inflamación y empeora las afecciones de la piel como la dermatitis atópica, la psoriasis o el acné.
Para proteger la piel de los compuestos volátiles que la pueden dañar es recomendable realizar rutinas de limpieza sobre la piel con productos suaves, seguidas de cosméticos que hidraten y contengan ingredientes antioxidantes que reduzcan el daño por estrés oxidativo, así como ingredientes que mejoren la función de barrera de la piel.
También es muy importante mantener la casa bien ventilada y procurar que el aire fresco roce nuestra piel.
La vitamina D y el envejecimiento prematuro de la piel
La vitamina D también es conocida como la Vitamina del Sol ya que el cuerpo la sintetiza después de la exposición solar.
Para que el organismo produzca suficiente cantidad de vitamina D debería ser bastante permanecer 10 o 15 minutos al sol tres veces a la semana.
Sin embargo, debido al aislamiento es prácticamente imposible abastecer esta necesidad, lo que puede provocar daños en la piel y en la salud en general.
Se ha demostrado que unos niveles saludables de vitamina D ayudan a prevenir el envejecimiento de la piel.
Además, la vitamina D es crucial para la protección de la epidermis: el calcitriol (la forma activa de la vitamina D) ayuda en el crecimiento, reparación y metabolismo de las células de la piel, además de prevenir el envejecimiento prematuro de la epidermis.
Sin embargo, demasiado sol también conduce al envejecimiento acelerado de la piel. La luz ultravioleta causa daño directo en el ADN, lesiones cutáneas e incluso puede provocar cánceres de piel.
Por lo tanto, es de suma importancia protegerse de la manera adecuada y evitar las horas centrales para prevenir los daños.
Presume de un cutis radiante combinando estos consejos para cuidar la piel durante el confinamiento con los beneficios de la arcilla rosa.
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